29 al 3 de diciembre de 2021
ÉTICA I
Los adolescentes de ahora tienen una manera de responder a las dificultades de la vida completamente nueva y compleja.
Se sabe que la adolescencia es una etapa complicada de cambio donde, muchas veces, el cuerpo se desarrolla antes de que estemos mentalmente preparados para ello.
La adolescencia será el momento de empezar a separarse de los padres para priorizar a los amigos, de tomar las primeras decisiones sobre sí mismos (gustos, cambios de look…), de resignificar las ideas que antes daban directamente por válidas y de ir formando una identidad propia.
Pero para entender mejor todo este proceso hemos de tener en cuenta su particular una forma de vincularse y de desarrollarse.
Desarrollo de la identidad de los adolescentes
La generación Z, los jóvenes nacidos desde el año 2000, son nativos tecnológicos. Han nacido en el seno de una sociedad tecnológica y viven permanentemente conectados.
Uno de los aspectos fundamentales a desarrollar en la adolescencia es una identidad propia.
Para que esto pueda suceder, es fundamental que la persona pase tiempo sola, en su habitación, con sus ideas, sus fantasías… Que se pregunte cosas, que repase los recuerdos del día y piense alternativas de cómo habría podido comportarse, que imagine lo que le gustaría hacer, etc. A día de hoy, el adolescente medio no está solo nunca, está permanentemente acompañado gracias a su móvil, al WhatsApp y a las diversas redes sociales.
Hoy en día sabemos, gracias a las técnicas de neuroimagen que, durante la adolescencia, sigue habiendo desarrollo de algunas zonas cerebrales.
Se observa una maduración tardía en la región prefrontal que es la implicada en la autorregulación de conducta.
Existe por tanto una relación entre el desarrollo del cerebro del adolescente y la tendencia a asumir riesgos o la constante búsqueda de novedades.
Estos dos factores, el desarrollo tardío de la corteza prefrontal y la incapacidad para estar en soledad, supone que el desarrollo de la identidad propia se retrasa y los jóvenes no disponen de las estrategias para manejo de emociones que van a necesitar en los próximos años.
En otras palabras, las cosas que les ocurren les superan y para soportarlas recurren a conductas novedosas, estimulantes o que supongan riesgos: conductas destructivas.
Tipos de conductas destructivas en adolescentes
En el presente artículo nos queremos centrar en las heridas autoinflingidas pero es importante nombrar los otros tipos de conductas destructivas a las que recurren los adolescentes:
Agresiones
Cuando ocurren cosas que escapan a su control, se enfrentan a situaciones en las que se sienten contra las cuerdas o acumulan tensión sin descargarla de ninguna manera es habitual ser testigo de ataques de ira adolescente.
En el caso de los jóvenes, por una cuestión meramente biológica de desarrollo del cerebro y falta de control de impulsos, la línea que separa ese sentimiento del acto de agresión es muy fina. No siempre serán agresiones físicas directas contra otros: aquí entra el bullying, cyberbulling, el vandalismo, las peleas… Agresiones contra los demás o el ambiente, ya sean físicas, verbales o cibernéticas.
Conductas de riesgo
Son actos repetidos y deliberados en los que no se tiene en cuenta que la integridad física o mental se está poniendo en riesgo.
Algunas conductas de riesgo adolescente pueden ser: emborracharse, subir fotos íntimas a redes sociales, difundir información personal, tener relaciones sexuales precoces o sin protección, tomar drogas, escaparse de casa, descuidar repetidamente su aseo e higiene, conducir a gran velocidad…etc.
Autolesiones
La autolesión, autoagresión o herida autoinflingida es un daño producido al propio cuerpo de manera intencionada y consciente con el objetivo de liberar emociones internas.
Esto se manifiesta generalmente a través de cortes, rasguños (realizados con las propias uñas por medio de un rascado repetitivo), quemaduras o golpes (generalmente puñetazos a objetos o de la cabeza contra paredes o puertas).
Exceptuando estos últimos, los golpes, el resto de autolesiones suelen realizarse en la parte interior de brazos y piernas o en el abdomen, zonas que pueden esconder fácilmente con sus ropas.
La creciente epidemia de autolesiones en adolescentes ha hecho saltar las alarmas entre educadores y profesionales de la salud. Un reciente estudio del hospital de la Paz de Madrid dice que hasta el 25% de los adolescentes diagnosticados de algún problema emocional o psicológico se autolesiona. El dato más inquietante es el de la población no clínica: del 5 al 10% de los jóvenes no diagnosticados de nada manifiestan conductas autolesivas. ¡Uno de cada diez o veinte!
Estadísticamente al menos un alumno por cada clase de cada colegio o instituto se autolesiona.
¿Por qué se autolesionan los adolescentes?
Hemos de entender la autolesión como una forma para regular las emociones. Nos gusta comparar la situación con la de una olla a presión que ya ha empezado a pitar.
Si no abres una pequeña vía de escape para toda esa presión el resultado puede ser catastrófico, ahora bien, si dejas salir una mínima cantidad de vapor pero la cierras enseguida y mantienes el fuego, al poco tiempo volveremos a estar en la misma situación límite. La autolesión sería esa mínima fuga de vapor que libera momentáneamente la presión.
Los motivos que los propios jóvenes declaran que les llevan a infligirse heridas se engloban en tres:
- Para anular emociones intolerables. La autolesión sirve para distraerme de pensamientos no deseados
- Para hacer físico el dolor psíquico de esas emociones intolerables. No puedo expresar ni calmar mi angustia pero un corte en el brazo concentra todo el dolor en un punto y puedo hacer que me deje de doler después de curarlo.
- Para transformar y anestesiar las emociones no deseadas. Después de la angustia antes y durante el corte se produce una extraña calma y sensación de bienestar. He conseguido hacerme cargo de mi angustia. La autolesión provoca la relajación de las endorfinas que, a su vez, provoca una sensación de bienestar.
¿Qué hacer si un adolescente se autolesiona?
Lo primero y más importante es encarar la situación con sinceridad y cercanía: hablar con el adolescente. No entrar en pánico ni dramatizar.
Hemos de entender que la autolesión es la única forma en la que el adolescente ha sido capaz de enfrentarse a emociones que le angustiaban profundamente. No hemos de culparle o darle un ultimátum para que “deje de comportarse así”.
Si no sabemos cómo hacerlo, qué decir o cómo afrontar la situación es conveniente consultar con un profesional que nos oriente para enfocar esta primera conversación.
El abordaje tiene que ser desde la preocupación, la intención de comprender qué le ocurre y de ofrecernos como apoyo para superar lo que le esté ocurriendo. Hemos de tener en cuenta que las autolesiones son unas conductas muy resistentes al cambio directo. Abandonarlas lleva su tiempo.
Es muy importante consultar lo antes posible a un psicólogo tanto para orientar a los padres como para ayudar al adolescente a manejar su angustia sin tener que recurrir a conductas autodestructivas.
ECONOMÍA I
LEY DE LA DEMANDA
La ley de la demanda
La ley de la demanda establece que, si todos los demás factores permanecen iguales, cuanto más alto sea el precio de un bien, menos gente demandará ese bien.
En otras palabras, cuanto más alto sea el precio, menor será la cantidad demandada. La cantidad de un bien que los compradores adquieren a un precio más alto es menor porque a medida que el precio de un bien sube, también lo hace el costo de oportunidad de comprar ese bien.
Como resultado, la gente naturalmente evitará comprar un producto que los obligue a renunciar al consumo de otra cosa que valoran más
En economía, la ley de la demanda establece que, manteniendo todo constante, cuando el precio de un producto aumenta (↑), la cantidad demandada baja (↓); asimismo, cuando el precio del producto baja (↓), la cantidad demandada aumenta (↑). En palabras simples, la ley de la demanda significa la relación inversa entre el precio y la cantidad demandada de un bien o servicio. Existe una relación negativa entre la cantidad demandada de un bien y su precio. Los factores que se mantienen constantes en esta relación son los precios de otros bienes y la renta del consumidor.1
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