sábado, 24 de abril de 2021

Estado de derecho y legalidad.



 ESTADO DE DERECHO Y LEGALIDAD

II.- Cultura y Legalidad La expresión “Cultura de la Legalidad” ha aparecido recientemente, por lo que es preciso conocer el significado y el concepto de las acepciones Cultura y Legalidad. Cultura f. (lat. Cultura) Fig. Desarrollo intelectual o artístico: hombre de gran cultura. || Civilización: cultura clásica. || acción de cultivar las letras, ciencias, etc. Legalidad f. Calidad de legal: la legalidad de un acto || Conjunto de cosas prescritas por la ley: vivir en la legalidad. Legal adj. Conforme a la ley: emplear los medios legales para conseguir alguna cosa. 1. Cultura La palabra Cultura tiene concepciones diversas como las siguientes: Cultura es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial en una época o grupo social. Cultura, dice Bonfil, entendida como un plano general ordenador de la vida social que le da unidad, contexto y sentido a los quehaceres humanos y hace posible la producción, la reproducción y la transformación de las sociedades concretas.

IV.- La Ley Y Su Inobservancia 1.- La Ley La palabra ley, según algunos viene de la palabra latina “ligare” que quiere decir ligar. Según otros viene de la palabra “legere” que significa leer, porque “la ley se escribe y es menester su constancia en letras”. Una definición de ley que parece completa es la siguiente: una prescripción de la razón, para el bien común, promulgada por quien tiene autoridad legítima de la comunidad. El hombre crea la ley como una necesidad para coexistir en comunidad y como un medio o instrumento para lograr los fines en la comunidad como la justicia, la armonía social, el orden, la seguridad y otros valores.

Otros esquemas de comportamiento del ciudadano común que viola la ley son como la evasión fiscal, no pagar debidamente sus impuestos, no contribuir con el gasto público, robar la luz eléctrica, tomar ilícitamente la imagen de la televisión por cable. En cuanto a lo económico, los pobres se ven forzados a recurrir a los traficantes de dinero sin escrúpulos que exigen intereses desorbitados es la vergonzosa plaga de la usura. Respecto a la persona, la violencia contra mujeres, niñas y niños es una de las violaciones más difundidas de los Derechos Humanos a esto se añade la prostitución forzada, la pornografía infantil, la explotación laboral. Qué decir de la inseguridad, los asaltos callejeros, los asaltos bancarios, las violaciones, y un sinnúmero de actos ilícitos que no se denuncian. Pareciera que la ley favorece a la gente adinerada, pues los grandes capos de narcotráfico pueden sobornar a cualquiera para evadirse de prisión, o si no allí están también los casos de los llamados delincuentes de cuello blanco. Y la ciudad de México es considerada como una de las más peligrosas del mundo, según datos de medios informativos se denuncian medio millar de delitos al día, aunque se calcula que los que se cometen son muchos más, porque los ciudadanos no suelen acudir a las autoridades por la desconfianza a ellas.

VII.- Conclusiones

 1.- La Cultura de la Legalidad de acuerdo con su significado es el imperio de la ley, la obediencia de la ley y el conocimiento de la ley. 

 2.- La Cultura de la Legalidad tiene como finalidad ejemplarizar a todas las personas a ser buenos ciudadanos para construir una sociedad que respeta la ley, la democracia y la dignidad humana.

 3.- La Cultura de la Legalidad como un programa integral es para la superación de la ciudadanía. Así que por conveniencia en todos los niveles de lo social, de la política, de lo jurídico, de la cultura, de la urbana se tienen que diseñar mecanismos y políticas de defensa y vigilancia contra la delincuencia, la corrupción, la impunidad entre otros ilícitos, y hacer todo lo necesario para promover la participación activa de cada ciudadano pues en la medida que se multipliquen las intervenciones de cada miembro de la comunidad, en esa medida nuestras instituciones estarán más fortalecidas. Claro está que con una determinación firme, todos tenemos que participar, asumiendo y aceptando nuestras responsabilidades en las tareas que nos corresponden para estar más seguros y tener certeza de las acciones de un buen ciudadano.

 4.- El Estado de Derecho es el origen de la democracia, que es el mejor sistema de gobierno moderno y es la base de los procesos de transición, normalización y consolidación de los cambios sociales. 14

 5.- El marco legal del sistema democrático de instituciones es la Constitución, que se convierte en ley suprema de la sociedad y esta supremacía solo puede ser legítima si expresa los principios fundamentales del Estado de Derecho. 

 6.- El Estado de Derecho tiende a lograr el bien público y como fin mediato es el bien común y como fin inmediato es la justicia. 

 7.- El Estado de Derecho construye el bien común mediante: La recta concepción de la persona humana: ser inteligente, libre y de naturaleza social; el reconocimiento de la subjetividad de la sociedad formada por personas que libre y concientemente se vinculan con todo el derecho de manera solidaria para asumir su corresponsabilidad; y la promoción, el reconocimiento y el respeto de la soberanía de la ley.


sábado, 17 de abril de 2021

IDEOLOGIA Y RELIGIÓN



IDEOLOGÍA Y RELIGIÓN


 Todas las religiones son respetables, salvo cuando una parte de sus practicantes decide convertir su religión en ideología y mata en nombre de ella. Y lo mismo puede decirse de las ideologías cuando se convierten en religión del Estado, como los ejemplos comunistas y nazi-fascistas demuestran. Los ejemplos abundan en la historia, principalmente en las dos principales religiones monoteístas, cristianismo e islamismo. Las cruzadas, la Inquisición, las guerras de religión entre católicos y protestantes a partir de la Reforma -fiel reflejo de los enfrentamientos entre suníes y chiíes en el mundo musulmán-, el absolutismo monárquico, basado en la pretendida unción divina de los reyes, y la imposición a los entonces súbditos del principio cuius regio, eius religio jalonaron a lo largo de siglos la atormentada historia del cristianismo desde Roma hasta finales del siglo XVIII.

Pero dos fechas trascendentales, 1787 y 1789, cambiaron radicalmente las sociedades occidentales a ambos lados del Atlántico. Las revoluciones americana, primero, y francesa, después, transformaron el mundo considerado cristiano. Por primera vez desde Atenas y Roma, los súbditos se convertían en ciudadanos. "Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos de América", reza el preámbulo de la Constitución estadounidense, complementada dos años más tarde por la Declaración de los Derechos del Hombre de los revolucionarios franceses. Se instauraba el principio republicano de que el poder emana del pueblo y se relegaba a la religión al ámbito privado.

El islam no ha tenido ninguna convulsión equivalente a las dos fechas antes reseñadas, reafirmadas en 1948 por los principios de la Carta de Naciones Unidas. No se trata de exportar, y mucho menos de imponer por la fuerza al mundo islámico, soluciones cocinadas en el Occidente democrático; sino, simplemente, de constatar un hecho. Por eso, cualquier intento de implantar sistemas políticos que no estén basados en la sharía es contestado internamente -y no me refiero exclusivamente a los extremismos fundamentalistas de los talibanes o de Al Qaeda-, y los líderes que lo intentan son acusados de colaboracionistas y lacayos del imperialismo, como ocurre con las monarquías jordana y marroquí o los regímenes laicos de Argel, Túnez, Siria o Egipto, donde sólo dictaduras férreas impiden la toma del poder por los fundamentalistas. Hay excepciones como Turquía, Malaisia y, quizá, Indonesia. Pero, incluso, en esos países el fundamentalismo cotiza al alza, y las libertades individuales, a la baja.

El problema fundamental de estos países no radica en Occidente, aunque nadie puede negar las consecuencias negativas de las intervenciones occidentales en ese mundo. Y no hablo sólo de Irak. El derrocamiento de Mossadeq en Irán y la invasión anglo-francesa de Egipto en la década de los cincuenta y la prolongación del conflicto palestino-israelí sólo han contribuido a exacerbar los problemas. Sin embargo, el problema real hay que buscarlo en la confrontación dentro de las sociedades islámicas de dos versiones del islam. Una, que rechaza la violencia para implantar la ley islámica, representada principalmente por la filosofía de la Hermandad Musulmana egipcia, y otra, que considera que el fin justifica los medios, como Al Qaeda, Hezbolá y el ala militar de Hamás.

Son las dos almas del islam que se debaten, luchan y mueren, consideraciones geopolíticas e intervenciones occidentales aparte, en ese complicado mundo que se extiende desde Marruecos a Indonesia, el arco geográfico en el que los teóricos de Al Qaeda quieren restablecer el califato. La solución, pues, reside en el islam, en un regreso a los principios sufistas inspiradores de una escuela de pensadores y científicos inigualada en el mundo medieval y eliminada gradualmente desde entonces por las corrientes fundamentalistas, ahora triunfantes. Esa corriente, basada en la conexión islámica con la tradición helénica, permite algo que niegan los fundamentalistas: la posibilidad de interpretar el legado del Profeta. Como señalan los filósofos y teólogos británicos Philip Blond y Adrian Pabst en un reciente artículo en el International Herald Tribune, esa posibilidad de "interpretar (el islam) privaría a los fundamentalistas de su principio primario, que son los únicos y verdaderos intérpretes de la voluntad de Dios en la tierra". La reciente tragedia vivida en la Mezquita Roja de Islamabad demuestra, sobre todo, la peligrosidad del pensamiento único imperante en las madrazas (escuelas coránicas). Razón y fanatismo han sido siempre incompatibles.